Israel: Cumplimiento de profecías

jueves, 8 de septiembre de 2011.

La fundación en Palestina de un Hogar Nacional para los judíos en 1948, electrificó el cerebro de la gente pensante del mundo.  Los logros agrícolas, culturales, científicos, industriales, tecnológicos y militares, de los modernos israelíes, no han pasado desapercibidos ante la asombrada humanidad.
El audaz comando israelí que el 4 de julio de 1976 rescató 103 rehenes de un avión comercial pirateado hasta el aeropuerto de Entebe en Uganda; la destrucción relámpago de un reactor nuclear en las afueras de Bagdad, Irak, el 7 de junio de 19811, y otros actos audaces ejecutados por Israel, han inyectado una dosis fuerte de emociones varias al corazón del hombre universal.  Mientras Israel es para algunos el milagro de la profecía y el cumplimiento de las promesas o pactos que dios hizo con  los patriarcas, para otros el Israel de hoy es una entidad desligada de Dios y divorciada de las intrincaciones proféticas de la Biblia.  Está de moda hablar del “Israel Antiguo” y del “Israel Moderno” como dos entidades diferentes, desarticuladas, sin relación la una con la otra.  Modernamente hay los que consideran un acto de audacia intelectual personal  el poner en dudas el derecho del Israel de hoy a llamarse “pueblo escogido”, y se cuestiona seriamente si la Tierra Prometida al Antiguo Israel le pertenece al Moderno Israel.
Lo que más sorprende es encontrar cristianos destacados comulgando con ideas que ponen bajo escrutinio la moralidad misma de la existencia de Israel como nación.  En su libro “El Horno del Señor – Reflexiones sobre la Redención de la Ciudad Santa”, su autora, cita con profusión las opiniones de los que descalifican a Israel  y quienes ponen en tela de juicio su derecho a una existencia nacional.  La autora, si bien no define con claridad su posición personal, permite creer que está del lado de los impugnadores debido a la abultada carga de sus profusas citas reflejando la opinión de los enemigos de Israel.
Un alegato favorito de ese campo pensante dice que las profecías concernientes al regreso de Israel a la tierra se cumplieron cabalmente cuando en el año 538 A.C.  se produjo el regreso de los judíos de la cautividad babilónica.  El  regreso fue permitido por un edicto del rey Ciro.  Si al lector le queda aunque sea una zurrapita de duda en su cargada mente sobre si las profecías del antiguo Testamento son ‘historia’ o si todavía tienen ‘perspectiva futura’, abra su Biblia al profeta Amós, capítulo nueve, y lea allí los versículos 14 y 15.  Dicen estos versículos así: “Y tornaré el cautiverio de mi pueblo Israel”, -  o como dicen otras versiones – “cambiaré la fortuna o suerte de Israel, y edificarán las ciudades asoladas y las habitarán; y plantarán viñas, y beberán el vino de ellas; y harán huertos y comerán del fruto de ellos.  Pues los plantaré sobre su tierra, y nunca más serán arrancados de su tierra que yo les di, ha dicho Jehová Dios tuyo”.
De las diez promesas contenidas en esta profecía, sólo la primera “los traeré de la cautividad”, puede decirse, si se quiere, que se cumplió a cabalidad con el regreso de Babilonia.  En contraste, con el regreso que se ha venido produciendo desde el año mil ochocientos y pico, ha sido evidente el trabajo de los judíos por reedificar y reinstaurar la vida en las ciudades antiguas y asoladas como dice la profecía.  Tan literal ha sido este esfuerzo, que hasta el nombre antiguo ha sido preservado para estas ciudades.  Lo mismo es cierto también de las promesas restantes en esta profecía.  Note con especialidad la última parte del versículo quince:  “Los plantaré sobre su tierra y nunca serán arrancados de su tierra. . .”  Pero . . . ¡Los judíos volvieron a ser arrancados después del regreso de Babilonia!
En el año 70 de la era cristiana, las hordas romanas destruyeron a Jerusalén y el templo.  Tres años más tarde los romanos conquistaron la fortaleza Masada.  Alrededor del año 132 de la era cristiana hasta el 135, se llevó a cabo la última rebelión judía contra los romanos encabezada por Simón Barcochbá.  A raíz de estos acontecimientos, los romanos expulsaron a los judíos de Jerusalén, y les prohibieron regresar allí o encarar la muerte.  Los romanos cambiaron hasta la fisonomía de la ciudad, y le cambiaron el nombre de Jerusalén por Aelia Capitolina.  Por cierto, Israel cesó como nación para convertirse en una provincia romana a la cual llamaron Siria-Palestina.  Esta expulsión comenzó el Galut o Diáspora o dispersión de los judíos que ha duró casi dos mil años.  Los judíos fueron literalmente “arrancados” de la tierra que Jehová les dio.  Es claro, entonces, que la profecía de Amos 9 no apuntaba hacia el regreso de Babilonia sino que Amós hablaba para nuestros tiempos.
Estudiando los profetas del antiguo Pacto, uno llega a la conclusión de que ellos hablaron de dos restauraciones de Israel a su tierra.  La primera restauración tuvo cumplimiento al regreso del exilio babilónico.  La otra comenzó con las primeras olas de inmigrantes venidos de Rusia alrededor de 1882, 1884, y fechas  sucesivas.  Los historiadores judíos hablan de siete aliyahs u olas de regreso y afirman que desde el principio de estas aliyahs en 1882, hasta la fundación del Estado de Israel en 1948, regresaron a Palestina 550.000 judíos.  En los primeros seis años después de la declaración de la independencia de Israel, y la promulgación de la “Ley del Retorno”, 727.00 judíos más ingresaron a Palestina.  Y así  las ‘aliyahs’ han seguido y seguirán sus movimientos ondulantes hasta hacerse completa.
Para fortalecer esta argumentación, citaremos ahora el capítulo 11:11 del profeta Isaías, que lee así: “Acontecerá en aquel tiempo (entiéndase tiempo del fin) que Jehová extenderá a poner otra vez su mano para rescatar las religuias o remanentes o resto de su pueblo que fueron dejadas en Asiria, en el Alto y el Bajo Egipto, Etiopía, Persia, Caldea, y Amath y de las Islas del Mar.  Y levantará pendón a las gentes, y juntará a los desterrados de Israel, y reunirá los esparcidos de Judá DE LOS CUATRO CANTONES DE LA TIERRA”.
Note tres cosas sin ir más lejos: primero, el hecho de que JEHOVÁ volverá a extender su mano, es decir, Jehová lo hará una segunda vez.  Segundo, el regreso de Babilonia fue solamente parcial, ya que se necesitó  de una segunda “extensión” de la mano de Jehová sobre su pueblo.  Tercero, los desterrados han estado regresando de muchos lugares, de los CUATRO CANTONES DE LA TIERRA, y de las islas de la Mar Océana y no de Babilonia sólo.  Babilonia (Caldea) es sólo parte del conjunto de naciones desde donde los judíos regresarían.  El carácter de esta ‘aliyah’ de que nos habla Isaías es, pues, universal.  Los profetas Ezequiel, Oseas, Amós, Miqueas, Sofonías, Zacarías y Jeremías armonizan con Isaías en cuanto a que esta última ‘aliyah’ es universal.
En conclusión,  la restauración de los hijos de Abraham a su tierra después de la cautividad babilónica no es la misma que la restauración o regreso universal en ‘aquel  tiempo’, o sea el tiempo del fin.  Por ende, no se puede divorciar a un Israel del otro.  Hay un solo Israel para quien Dios ha prometido una fenomenal restauración en el tiempo del fin.
La Biblia nunca falla.  Lo que ha predicho sobre Israel se ha cumplido en el pasado, se cumple en el presente y tendrá cabal cumplimiento en el porvenir.  La Biblia es un libro confiable porque cumple lo que promete y trae a concreción lo que profetiza.  Por consiguiente, usted le debe un poquito de respeto a este libro.  Debe respetarlo porque también traerá a concreción lo que ha afirmado será la suerte del pecador impenitente.
¿Pecador, dije?
Sí, ¡Pecador!
Estoy hablando de usted y de mí.
Hay, sin embargo, una marcada diferencia entre pecadores impenitentes y los penitentes.  La Biblia afirma que “los malos” o impenitentes serán “¡trasladados al infierno, toda la gente que se olvida de Dios) !” (Sal 9:17)  Pero dice además, que “Dios enseña su amor hacia nosotros en que siendo aún ‘pecadores’, Cristo murió por nosotros” (Rom 5:8).  La ensangrentada muerte de Cristo puede evitarnos la condenación eterna.  Según las Escrituras los pecadores que reciben a Cristo en sus corazones tienen la potestad de llamarse hijos de Dios (Jn 1:12).   Reciba usted ahora mismo a Jesucristo, y participe en seguida de la sagrada familia, la  familia de Dios.  Renuncie ahora mismo al sector de pecadores que se “olvidan” de Dios y que serán trasladados al infierno.  Ingrese por la fe y el arrepentimiento al reducido sector de los pecadores que se “acuerdan” de Dios y que serán trasladados al cielo cuando Jesucristo apareciere.
Por: Mariano Gonzales, Ministerios Audiolit.

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